domingo, 15 de marzo de 2009

Poema de Becquer


RIMA LIII
Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a sus cristales

jugando llamarán.


Pero aquellas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha a contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres...

¡esas... no volverán!.


Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar,

y otra vez a la tarde aún más hermosas

sus flores se abrirán.


Pero aquellas, cuajadas de rocío

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer como lágrimas del día...

¡esas... no volverán!


Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará.


Pero mudo y absorto y de rodillas

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido...; desengáñate,

¡así... no te querrán!


Biografía de Gustavo Adolfo Becquer
Gustavo Adolfo Bécquer, nació en Sevilla en 1836, hijo de un célebre pintor, protegido de un duque, parecía destinado a gozar en una visa fácil que nunca conoció.
Cuando tenía tan sólo cinco años de edad, muere su padre, dejándolo al cuidado de un tío, con su hermano Valerio, que sería un pintor como el padre, con quien recorrerá luego gran cantidad de ciudades españolas.
De esos viajes surgirían, más tarde, su Historia de los templos de España y sus famosas leyendas, ambientadas en las diversas tradiciones regionales.
Mientras trabaja en el periódico "El Contemporáneo" publica sus Cartas desde mi Celda, escritas en un monasterio donde repone su delicada salud física y emocional, pues una Tuberculosis le había significando el rompimiento definitivo con Julia Espín, de la cual estaba tan enamorado como puede imaginárselo el lector en sus rimas dedicadas a ella.
Convaleciente aún de esa desilusión, contrae matrimonio con Casta Esteban Navarro pero el remedio no resulta, las disputas matrimoniales van en aumento, hasta que ella lo abandona, para volver sólo unos meses antes de la muerte del poeta. Esta ocurre en Madrid el 22 de Diciembre de 1870, cuando preparaba la edición de las obras completas.
Treinta y cuatro años de vida le bastaron para dar inmortalidad a un apellido tomado de un abuelo, en reemplazo de los de su padre y madre que eran Domínguez Bastida.

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